domingo, 29 de julio de 2012

Un estimulante y certero decálogo para los currantes de la edición


Hola, he encontrado este artículo en la revista cultural colombiana El Malpensante (www.elmalpensante.com) —que, por cierto, recomiendo de todo corazón a todos los que quieran leer periodismo de calidad literaria— y he pensado que conecta perfectamente con todo lo que hemos ido aprendiendo los editores del andamio en nuestra reciente etapa formativa. Así que aquí lo tenemos todos disponible, para un repasito… ¡que nunca viene mal!


Brevísimo manual para jóvenes editores

de Andrea Palet (El Malpensante)


Mucho muy lejos me hallo de poder contar experiencias como las de mi admirado Maxwell Perkins, pero ni siquiera ese verdadero Maxwell Smart se refirió nunca a su cuidadosa labor de zapa; lo que se sabe es por su correspondencia privada, hecha pública después de su muerte. El trabajo conjunto con un autor –el corte, pulido, escarmenado y musicalización de un original, la paternidad de las ideas, la organización de un conocimiento para transmitirlo por escrito– es de una intensidad y una intimidad tales que, como los secretos de familia, se resiente al ser expuesto a la luz del día. A la espera de la demencia senil que me hará contar lo que no debo y enseñar lo que no sé, entonces, vayan apenas unos consejos de buena fe para quien se inicia en este oficio de corte y confección invisible.

No todo merece ser un libro. Huye del amigo o la tía con una historia alucinante que cree que debería contar en un libro. No temas desafiar al académico cuyo texto abstruso, árido y tecnicista solo refleja su incapacidad de comunicar. Un blog exitoso puede ser un desastre editorial: el libro supone un modo de recepción que no se ajusta automáticamente a cualquier contenido. Pero también, hoy que todo lo sólido se desvanece en el aire, que un libro pueda existir esencialmente para siempre le confiere una forma de dignidad que sería bueno considerar al momento de evaluar proyectos fugaces y banales.

Un fondo transparente. Tal como para proyectar una película casera buscamos una sábana clara y lisa, el texto debe presentarse limpio y sin obstáculos; los errores son como piedritas o peñascos que adelgazan la confianza y alteran la concentración. Los autores no los ven, y a veces los lectores tampoco, pero la belleza de un libro no es la misma si la muy premiada tipografía no se lee bien, si Juanita se llamaba Adela cien páginas atrás, si los cortes de palabras nos chirrían al oído, si los números no suman, si dice loza cuando debe decir losa, o si una transición simple no se explica sino como un olvido o un milagro en el estado actual de la ciencia.

El zurcidor japonés. Los buenos zurcidores reparan los desgarros con los mismos hilos de la tela original; solo así el resultado es límpido y no se nota la costura. A menos que estés a cargo de una aburrida enciclopedia de arte en fascículos o algo así, reescribe o reemplaza con giros o estructuras que no sean ajenos al estilo ni a la sensibilidad del escritor. Acostumbrar el oído al fraseo ajeno no es tan fácil como suena, pero hay que hacerlo.

Conocer para ignorar. Las normas gráficas y de estilo tienen un sentido y una tradición que obligatoriamente hay que conocer: se trata de mecanismos sofisticados que se están perdiendo en el mar de vulgaridad que nos aplasta. Pero, como dice Kundera en Los testamentos traicionados a propósito de la traducción: “El traductor se considera el embajador de esa autoridad [la del estilo común, del buen francés, el buen español, etc.] ante el autor extranjero. Pero todo autor de cierta valía transgrede el gran estilo, y es en esa transgresión donde se encuentra la originalidad y por lo tanto la razón de ser de su arte”. El español neutro no existe; importan la variedad, el registro personal y local. Y también esa cualidad inefable que es el modo como suenan las palabras según el lugar que ocupen en la página: no es lo mismo “buenos días, tristeza” que “tristeza, buenos días”. Recuerda la marca gloriosa de Miguel de Unamuno a un corrector demasiado apegado a la norma: ¡Ojo!, había escrito el corrector; ¡Oído!, puso encima Unamuno.

Leerlo todo, saberlo todo. La historia del insulto es tan importante como la historia de Roma. Hay que leer las novelas de Corín Tellado. Si crees que el creacionismo tiene que ver con el arte, estamos mal. Al leer enteras las Páginas Amarillas surge un mundo de oficios y actividades que ni siquiera sospechabas que existían. Los horarios de ciertos trenes europeos son un prodigio de edición. Supongo que sabes quién es Andrew Wylie, el que nos niega en el epígrafe. Supongo que lees sesenta, ochenta, cien libros al año. Supongo que se entiende la idea. La única herramienta indispensable del editor es su cabeza, pero debe estar bien amueblada, y eso no se consigue únicamente con literatura sino con una curiosidad interminable.

¿Cómo lo sabe? ¿Comparado con qué? Estas dos preguntas deberían estar en un post-it mental del editor de no ficción. La primera justifica todo el aparato crítico o las notas y bibliografías, para empezar, y la segunda es la base de toda argumentación plausible, que no te enrede en los meandros de una palabrería pirotécnica y jugosa desplegada como un manto sobre su debilidad estructural. Se discute si el editor debe compartir la culpa con el autor de un ensayo lleno de falacias o falsedades: algunos creen que no, yo creo que sí.

Respeta a tus mayores (y menores). Ser educado no solo significa haberte leído tus rusos o tus románticos alemanes a la más tierna edad. Cada marca roja sobre el papel es un “te equivocaste” que al autor le duele; ese dolor puede enmascararse de diversas formas y, sí, los escritores suelen ser imbancables, pero no pierdas de vista que él es el padre de la criatura. Para presionar e imponerse en buena lid hay que estar muy bien preparado y ser riguroso, y la palabra clave es siempre “persuasión”.

¿Cuál es la patria del editor? ¿A quién se debe en último término? El reverso de la recomendación anterior es que tu compromiso debería ser con el lector y el futuro de la obra, no con el autor. El escritor no es un dios; si actúa como tal es simplemente un hombre o una mujer echados a perder. La admiración y, peor, la reverencia por el artista suelen ser malas consejeras en tu trabajo. Si no hubiera sido por su editor, El gran Gatsby se habría titulado, ajj, Trimalchio en West Egg. Si no hubiera sido por Gordon Lish, nadie se acordaría de Raymond Carver. Nunca pierdas de vista el bien social que significa editar y publicar libros, y que cada texto pide una envoltura, un tono y un formato que el autor no necesariamente ve con tanta claridad como tú.

Temple de acero. El talento, la ansiedad y la vanidad son los materiales altamente explosivos con que trabajamos a diario, y para lidiar con ellos no se ha inventado todavía un kevlar que recubra sin dolor nuestros sentimientos. Se ha sabido de casos en que el escritor profesa una sincera gratitud por su editor; incluso hay quienes han manifestado esa gratitud y aun admiración por escrito, aunque cuanto más meloso el reconocimiento más probable es que el editor apenas haya tocado los originales del bendito, le haya hecho caso en todas sus terquedades y le haya pintado un paisaje plagado de premios, ventas y congratulaciones. (Excepcional es Historia de una novela, donde Thomas Wolfe cuenta cómo Max Perkins convirtió en El ángel que nos mira las miles de hojas sueltas que el gigantón le pasó en unas cajas de madera, y cómo el gran editor de Scribner’s le sugirió el tema y la estructura de Del tiempo y el río.) Para contar con los dedos de la mano esos casos, sin embargo, bastará con una desmedrada tertulia de mancos. El reverso de la medalla, escritores despotricando contra los carniceros mala clase que les habrían tocado de editores (como en El simple arte de escribir, de Raymond Chandler), es en cambio más corriente, por el efecto del tercer material explosivo ante todo. Mejor, para tu salud mental, evocar de cuando en cuando las palabras de tu abuelita consolándote de algún tierno chichón de la infancia: “El mundo no es justo, querido mío”.

Sé una digna sombra. La cualidad número uno del editor respetable es la capacidad de quedarse inmensamente callado. Responsabilidad, tacto, oído y un punto de vista personal son indispensables también, pero, precisamente porque cuesta mucho, saber quedarse callado tiene un punto de decencia o nobleza añadido, si es que le atribuimos nobleza a la dificultad. Es duro ser una sombra, y ni siquiera eso te lo van a agradecer, pero si eres editor es porque te gustan los libros, leerlos, tocarlos, rodearte de ellos, pensarlos, crearlos: bien, ésa y no otra ha de ser tu callada recompensa.

 

lunes, 23 de julio de 2012

viernes, 6 de julio de 2012

Al rico vídeo

Por petición popular, ahí van unos vídeos de YouTube con música de la Autología. No es fácil encontrar en YouTube grabaciones con buena calidad de audio e imagen; aun así he seleccionado algunas curiosidades y versiones interesantes. En nuestra página de Facebook podéis encontrar listas de Spotify con grabaciones buenas, una de los "Momentos musicales" completos y otra con obras relacionadas.
Disfrutad escuchando...

  • La primera grabación de Un americano en París, por Nathaniel Shilkret dirigiendo a la Victor Symphony Orchestra. Debajo encontraréis un arreglo de la misma obra para 4 pianos realizado por The Gershwin Piano Quartet, con una presentación muy original.


  • Una versión en directo de la 2ª suite de Daphnis y Chloe de Ravel; algo parecido a lo que habría visto Madame Godebska desde su butaca si no se hubiera dejado llevar por la fantasía.

"Amanecer"
"Pantomima"
"Danza general"


  • El primer movimiento del Doble concierto de Brahms, donde podemos hacernos una idea de la emocionante puesta en escena de los dos solistas junto al director.
(1er mov. - 1ª parte)

(1er mov. - 2ª parte)

  • Y una versión del Carnaval romano de Berlioz por la Orquesta Sinfónica de YouTube (¿cómo? ¡sí, también es algo nuevo para mí!).


miércoles, 4 de julio de 2012

Aquí os dejamos la estupenda crónica gráfica que el ilustrador Enrique Flores hizo de la presentación de Autología. Si queréis seguirle la pista: http://www.4ojos.com/



martes, 26 de junio de 2012

La cita del día

Creo que hay mucha humildad en el hecho de ser escritor. Lo sé por mi padre, que era herrador y escribía tragedias, y no tenía en más consideración escribir tragedias que herrar caballos. 
Elio VITTORINI, Diario in pubblico

Extracto de Autología. 27 ficciones de autor autoeditadas y autopublicadas, Madrid: Ediciones del Andamio, 2012.

martes, 19 de junio de 2012

La cita del día


Dio un paso adelante y desapareció tras la cornisa, rápido y sigiloso como un halcón. Ella ahogó un grito de terror y corrió a asomarse al borde de la azotea, esperando encontrar el cuerpo aplastado contra el pavimento.

Helena GÓMEZ AZAÑÓN


Extracto de Autología. 27 ficciones de autor autoeditadas y autopublicadas, Madrid: Ediciones del Andamio, 2012.

lunes, 18 de junio de 2012

La cita del día

María PEINADO               

Extracto de Autología. 27 ficciones de autor autoeditadas y autopublicadas, Madrid: Ediciones del Andamio, 2012.

sábado, 16 de junio de 2012

La cita del día

Cuando finalizó el primer movimiento, tanto músicos como audiencia se habían impregnado ya del lenguaje amable, la cordial intensidad y la calculada arquitectura de la obra. El segundo movimiento comenzó con su melodía de noble ternura llevada por el violín y el chelo a distancia de octava. Hasta entonces el semblante de Joseph no había abandonado su estado de severa concentración, un signo de profesionalidad que a su vez ocultaba el contenido de su alma.
Gonzalo F. M.               

Extracto de Autología. 27 ficciones de autor autoeditadas y autopublicadas, Madrid: Ediciones del Andamio, 2012.

viernes, 15 de junio de 2012

La cita del día

Es una noche perfecta. El viento de tormenta aparece de cuando en cuando, se oye leve, continuo, y de repente retumba furioso y golpea persianas que crujen rabiosas y de la nada se hace un vacío de silencio mudo que te encoge el alma hasta dejarte sin aire.
Cristina MORENO               

Extracto de Autología. 27 ficciones de autor autoeditadas y autopublicadas, Madrid: Ediciones del Andamio, 2012.

jueves, 14 de junio de 2012

La cita del día

Me faltan cojones para hacer algo grande en esta vida. En algún momento quise ser escritor y si tuviera cojones empezaría ahora mismo. Roma sigue sumergida en el diluvio y yo no tengo nada que hacer. Podría emborracharme hasta el coma etílico y hacer algo memorable y absurdo en plan Bukowski [...]
J. V. CATABERRÍA               

Extracto de Autología. 27 ficciones de autor autoeditadas y autopublicadas, Madrid: Ediciones del Andamio, 2012.

Autología

Autología. 27 ficciones de autor autoeditadas y autopublicadas es el título con que Ediciones del Andamio se inserta en el mundo editorial mostrando grandes dosis de creatividad, profesionalidad y estilo.

Podréis asistir a la presentación del libro el martes 3 de julio a las 19.30 en la librería madrileña Traficantes de Sueños (Embajadores 35), donde contaremos con la participación de los escritores Javier Azpeitia y Rafael Reig.

Hablan los trabajadores del texto

Presentación de Ediciones del Andamio y su primera publicación

Va contra toda lógica: este grupo heterogéneo de parados reconvertidos en cuadrilla de trabajadores del texto, pero así es como nace Ediciones del Andamio.

Nos habían avisado: lo peor que le pasa a un parado es que lo vuelven invisible, desaparece, no cuenta. Pues bien, no siempre va a ser así, es más, no queremos que sea así, nos negamos, somos la prueba de que se puede salir de la sombra, volver a ser visibles. La tinta de este libro expone lo que se quiere ocultar, lo que se quiere tapar. Nuestra tarea solo ha consistido en recordar lo que éramos, sacar a la luz lo que ya existía, molestar todo lo que hemos podido y hacer un trabajo digno.

Desaparecer, entonces, es el peligro, pero también nos han enseñado que ahí está la gran virtud del editor, su auténtica excelencia, la mano oculta que no debe verse. Esperamos haber aprendido bien la lección, aparecer en este libro sin que se nos note, calderones ocultos, invisibles casi siempre, el andamiaje que sujeta los textos, desaparecidos finalmente entre los ladrillos de la obra, pero necesarios para sostenerla.

Todo comienza en un aula del INEM —bueno, ahora lo llaman SEPE—, en un edificio con andamios en la calle Mayor. De lunes a viernes, de 15.00 a 21.00 horas, quince historias diferentes esperan sentadas a que les llegue su suerte. Pues no. Somos quince personas que se ponen en marcha, activas, cansadas muchas veces pero felices de haberse encontrado para proclamar «su amor al peligro, al hábito de la energía y a la temeridad»: Ana, Avelina, Cris, Dionisio, Elena, Gonzalo, Helena, Jesús, Josevi, Julio, Mar, Mario, Riccardo (sí, con dos ces, por favor), Roberta y Yolanda. Estos hombres invisibles ya no son más una lista diaria de firmas condenada a perderse en otra estadística: surgen los futuros editores con proyectos en marcha, traductores, cuentistas, ilustradores, diseñadores y hasta un par de agentes tenaces. Entonces ya solo hizo falta el entusiasmo que nos demostraron cada día Virginia, Esther y Vicky. El libro está en marcha.

Pero editar un libro es una tarea complicada: no tenemos textos, ni ilustraciones, hay que hacer la maqueta, elegir un nombre, crear un logo, corregir las pruebas, escoger las tipografías, el blanco de cortesía, las portadillas, parecer unos tipos muy profesionales, sacar el curso adelante y no morir en el intento. No hay problema, de nuevo entre todos damos con las soluciones.

Nos vamos animando: primero un microrrelato, luego un par de cuentos, algún relato más largo…, vamos bien, aunque tenemos miedo, ¿será poco material?, ¿es publicable? Seguimos adelante. Más textos, ahora traducimos, inglés, francés, italiano…, esto marcha. Ya no hay miedo, ahora es temeridad, más relatos, más cuentos, un logo, un título que muta a nombre de editorial, otro título mejor, ¿y música? Sí, el libro se va creando con las aportaciones de todos, no le vamos a hacer ninguna concesión al lector, nuestra obra también va a tener música, y mucha, un programa de mano que se transforma en cuentos, y ahí están esos «Momentos musicales». Faltan ilustraciones, buscamos, hay que pagar derechos, no hay pasta, no nos resignamos. Mejor, aparece María, María Peinado, y sus magníficos dibujos se van amoldando a los textos, ¿o es al contrario? Ahora ya está casi todo, pero anche l’occhio vuole la sua parte, nos queda darle forma. Nuestro andamio se sostiene con fuerza y la obra no se va a caer, aguantamos.

Somos aprendices, artesanos del libro, no tenemos muchos medios, pero está el trabajo en equipo y la brújula de nuestra editora cuando nos perdemos en el camino, que es casi siempre.

Definitivamente no hay miedo, y eso es bueno, nos preguntamos unos a otros y todo va bien, estamos alterados pero contentos; casi siempre escépticos, a veces casi optimistas; esperando a la primavera, o mirando una estrella, siempre en estado de espera; insatisfechos por la imposibilidad de modificar una existencia de la que somos meros espectadores; agitados, no revueltos; enfrentándonos a preguntas trascendentes sin alcanzar ninguna respuesta satisfactoria; egoístas, abstraídos de todo lo que no nos resulta importante, en un rincón sin más sonido que el que nosotros necesitamos, no siempre escuchando lo que nos decís; en Dakota del Sur; subversivos, en tensión, equilibrados y, a veces, demasiado reflexivos, ilusionados, con ganas de sentirnos enérgicos y resolutivos ante el futuro; caribeños con tendencias árticas compulsivas y templadamente obsesivas, efervescentes y extremados; para bien y para mal deseando que ocurra algo, intentando encontrar un sentido a lo que pasa a nuestro alrededor, generalmente sin éxito. Alegres, nostálgicos, felices y contradictorios. Sin miedo. Por fin tenemos el libro.

A la fuerza hemos construido una obra dispar en sus contenidos, pero unitaria en su estructura: seis bloques, seis microrrelatos, seis momentos musicales, un ménage à trois en tres idiomas y ocho narraciones que se ajustan por afinidad o por contraste. El libro es una juerga de temas, personajes y estilos.

Queremos crear una obra concentrada, pero a la vez inclusiva, no dejarnos nada de lo que nos han enseñado. Como estamos aprendiendo podemos permitirnos jugar. Por qué una sola tipografía, usaremos hasta diez. Mezclamos lo clásico y lo contemporáneo, podemos leer a Proust y a Austen en Garamond, orientarnos dentro del libro en Futura y saludar a la Palillo mientras escuchamos a Ravel.

Y «Caronte» «Salta» para llegar a tiempo a una «Cena en familia» al compás de las danzas húngaras de Kodály, que al final de la primera parte se ha sentado con Béla Bartók a hablar del valor de la cultura popular.

Contra la tozudez del binomio amor-desamor que está en «De repente, la busqué», «Sin aliento» y «Tres cervezas», suena la melodía del Doble concierto para violín y violonchelo de Brahms: músicos que se reconcilian, el reencuentro de los viejos amigos, hombres y mujeres a vueltas con sus espíritus y con sus cuerpos.

«Buena suerte, Mr. Gorski» da con el tono perfecto para escuchar a Gershwin, antes justo de que, contra toda lógica, triunfe el amor en un «Ménage à trois» que junta a Emily Brontë con Jane Austen y ni más ni menos que con Marcel Proust, seducidos los tres con las notas del Dafnis y Cloe de Ravel.

Berlioz confirma con su música —como ese «Último otoño» tan suave entre la aspereza de «La Palillo» y «Comer caca»— que propuestas de enorme contraste pueden llegar a combinarse con éxito, resignificándose las partes con la fuerza del conjunto.

Y qué mejor final que un poema sinfónico de Liszt: he aquí una obra total, pensaron los románticos, la perfecta unión entre literatura y música. Humildemente, nosotros decimos: he aquí nuestra obra, construida sobre un excéntrico espíritu romántico del siglo XXI.

Este proyecto es fruto también de la participación, a veces sin saberlo, de otros muchos personajes: el magnífico equipo de la academia Teide, la técnica itinerante, Rober Ray y el ñoño de Saint-Exupéry, el Adobe® InDesign® CS5 en inglés, nuestro reprógrafo heavy, los ruidosos obreros, Carrasquilla, Martínez de Sousa y la RAE, y especialmente nuestros hipotéticos lectores. Pero tampoco podemos dejar de acordarnos de los mercados, los banqueros, los empresarios y los políticos que con su gestión hicieron posible la reunión de estos insólitos editores.

Así nace este artefacto que es pura tecnología punta, lo mejor que se puede conseguir hoy, un libro, y, de regalo, un pequeño bastardo digital como testimonio de que el futuro ya ha quedado atrás.

Nos lo dijo Marinetti: Non v’è più bellezza se non nella lotta.

Somos ilógicos, salimos en papel.